Franco “Bifo” Berardi está publicando un diario de estos días (la primera entrada se corresponde con el 21 de febrero) de confinamiento, con lecturas, referencias y reflexiones que abarcan lo político y lo privado, y todos los espacios de conexión e intermedios entre estos dos polos.

Este diario, junto con algunos de los artículos publicados tanto por él mismo como por otros filósofos, es un material que invita al pensamiento y a la acción, partiendo de la quietud del confinamiento y la emergencia de la actualidad.

Hemos traducido la tercera parte. Quienes no hayáis leído las dos anteriores las podéis encontrar aquí y aquí.

Felix Crespo.


26 de marzo

Nieve.

A las diez de la mañana me levanto, miro afuera, el tejado está blanco y la nieve cae espesa. Las sorpresas no terminan nunca.

Un artículo de Farhad Manjoo habla de un tema inquietante, casi incomprensible: la falta de material sanitario, como mascarillas y ventiladores, que está obsesionando tanto a los trabajadores de salud estadounidenses como a los italianos.

¿Cómo es posible?, se pregunta Manjoo, que normalmente escribe artículos sobre temas tecnológicos. ¿Cómo es posible que en un país ultramoderno, en el país más poderoso del mundo que produce aviones invisibles que pueden volar a velocidades supersónicas y atacar sin ser detectados por las defensas antiaéreas del enemigo, no sea posible distribuir mascarillas a todo el personal médico y paramédico que trabaja en intervenciones sanitarias masivas para salvar de la muerte a la mayor cantidad posible de personas?

La respuesta de Manjoo es simple y escalofriante:

«La razón por la que estamos privados de material de protección implica un conjunto de patologías del capitalismo, específicamente, estadounidense: la atracción irresistible por el bajo costo de la mano de obra de los países extranjeros, y el fracaso estratégico causado por la incapacidad de considerar las vulnerabilidades que esto conlleva, generándose problemas en cascada».

En resumen, el hecho es que el 80% de las mascarillas se producen en China. En los países que profesan la teología del mercado y la competencia, no se producen mascarillas. ¿Por qué hacerlo si podemos invertir en productos que generan grandes ganancias? Los objetos de bajo costo los mandamos a fabricar a países donde los costos laborales son muy bajos.

Manjoo escribe que en los Estados Unidos están disponibles solo 40 millones, mientras que se prevé que los médicos necesiten 3500 millones de mascarillas para enfrentar la epidemia en los próximos meses. Entonces, la mayor potencia militar del mundo tiene el 1% de las mascarillas que necesita. Las empresas que pueden comenzar a producir este objeto sencillísimo, indispensable y raro dicen que para activar la producción en masa se necesitan algunos meses. Suficiente para que el virus convierta a las grandes ciudades americanas en lazaretos.

Está circulando una teoría según la cual el virus fue producido en laboratorio por el ejército estadounidense para atacar a China. Si ese fuera el caso, tendríamos que admitir que los militares estadounidenses son bastante poco previsores. De día en día, de hecho, da la sensación de que los Estados Unidos de América será el país donde la epidemia causará el mayor daño.

27 de marzo

A las once de la mañana salí para ir a la farmacia. Hacía dos semanas que no salía de casa.

Lloviznaba un poco, pero tenía una capucha negra que me protegía la cabeza. Caminé por Via del Carro, luego crucé la Plaza San Martino, había una fila delante del supermercado en Via Oberdan. Caminé por Via Goito, crucé Via Independenza increíblemente desierta. Me dirigí hacia Manzoni, finalmente subí por Parigi y llegué a la Farmacia Regina donde había solicitado los medicamentos para el asma y la hipertensión que están comenzando a agotarse en mi pastillero. Poca gente en las calles. Frente a la farmacia había cinco personas esperando en fila. Todos tenían mascarillas, algunas verdes, algunas negras y otras blancas. Distancia de dos metros en una especie de baile silencioso.

La Unión Europea huele a podrido. Huele a avaricia de mente estrecha, inhumanidad. Desde aquel momento, en el verano de 2015, en el que todos fuimos testigos del espectáculo de arrogancia y cinismo con el que el Eurogrupo humilló a Alexis Tsipras y al pueblo griego y su voluntad expresada democráticamente, imponiendo medidas devastadoras para la vida de ese país, desde aquellos días. Creo que la Unión está muerta y que los líderes del norte de Europa son ignorantes, incapaces de pensar y de sentir.

La violencia que se desencadenó contra los migrantes desde ese año, el cierre de fronteras, la creación de campos de concentración, la entrega de refugiados al sultán turco y a los torturadores libios, me han convencido de que no solo la Unión Europa es un proyecto fallido, si no de que la población europea, en su abrumadora mayoría, es incapaz de asumir la responsabilidad del colonialismo y, en consecuencia, está lista para alinearse con las políticas de los campos de concentración con tal de proteger su miserable prosperidad.

Pero hoy, en esta reunión donde representantes de países europeos discutieron la propuesta italiana de compartir el peso económico de la crisis de salud, me parece que se ha superado el límite.

Ante la propuesta de emitir los llamados coronabonos, o en cualquier caso recurrir a medidas de intervención ilimitadas que no se conviertan en deudas para los países más débiles, los representantes de Holanda, Finlandia, Austria y Alemania respondieron con frialdad. Más o menos dijeron: posponemos todo catorce días. Veamos si la epidemia afecta a los países del norte con la misma violencia con la que ha golpeado a Italia y a España. En ese caso hablaremos nuevamente del tema. De lo contrario, no hay nada de lo que hablar.

Estas no fueron exactamente las palabras pronunciadas por el Sr. Rutte, el holandés, y sus compinches. Pero la sensación que produce este aplazamiento es exactamente esta.

El Sr. Boris Johnson ha dado positivo en el test: se contagió del virus. Igual que su ministro de salud. Sería de mal gusto regodearse en las desgracias ajenas, por lo que no comento. Me limito a recordar que hace unos diez días Johnson dijo: «desafortunadamente, muchos de nuestros seres queridos morirán», adelantando la teoría de que era de esperar que murieran medio millón de personas, a fin de desarrollar las defensas inmunes necesarias para resistir. Es la selección natural, la filosofía que el neoliberalismo thatcheriano heredó del nazismo hitleriano, la filosofía que ha gobernado el mundo durante los últimos cuarenta años.

A veces no funciona así.

28 de marzo

En la oscuridad azulada de la Plaza de San Pedro, inmensa y vacía, la figura blanca de Francisco bajo un gran toldo blanco iluminado. Habla al pueblo que no está, pero le escucha desde lejos. Abre los brazos y los extiende hacia la columnata abrazando a Roma y al mundo. Y dice cosas impresionantes, desde el punto de vista teológico, filosófico y político.

Él dice que este flagelo no es un castigo de Dios. Dios no castiga a sus hijos. Francisco hizo de la misericordia el signo de su papado, desde las primeras palabras que dijo, después del ascenso al trono de Pedro, en una entrevista publicada en La Civiltà Cattolica.

Por lo tanto, no es un castigo divino, pero ¿qué es entonces? Francisco responde: es un pecado social que hemos cometido. Hemos pecado contra nuestros semejantes, hemos pecado contra nosotros mismos, contra nuestros seres queridos, contra nuestras familias, contra los migrantes, los refugiados, los pobres y los trabajadores precarios.

Después añade que hemos sido tontos al creer que podríamos estar sanos en una sociedad enferma.

A las once de la mañana, Tonino, mi primo, ahora también médico, me llamó (pero ¿son todos médicos y no me di cuenta?). Me preguntó cómo iba, con su voz siempre perturbada, y me contó uno de los chistes por los que siempre ha sido famoso en la familia: «qui gatta ci covid» [“qui gatta ci cova” se traduciría por “aquí hay gato encerrado”].

29 de marzo

Peo es un amigo para mí, un compañero, pero también es médico y ha sido mi médico durante muchos años. En repetidas ocasiones se ha ocupado de mi mala salud. Cuando iba a su clínica, donde siempre había una cola kilométrica de pacientes de todos las hechuras y colores, esperaba horas antes de ser recibido, luego me atendía, pronunciando diagnósticos profundos como poemas y precisos como escalpelos, y sugería tratamientos múltiples y libertarios.

Cuando se retiró hace unos seis meses, se fue a Brasil, donde viven su pareja y sus dos hijos mayores, y donde ejerció su profesión a principios de siglo.

Hace unas semanas, de repente, regresó a Italia donde vive Jonas, su hijo menor que tenía que graduarse (se graduó, pero a través de Skype).

Peo había planeado irse poco después, pero se quedó, como todos, atrapado. Vive solo en un pequeño apartamento en Via del Broglio, y esta mañana se plantó debajo de mi ventana, me llamó desde abajo. Miré desde el  balcón y conversamos unos minutos.

Luego se alejó trotando.

Antonio Costa, Primer Ministro de Portugal, celebró una conferencia de prensa para responder al Ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, quien durante el fallido Consejo Europeo del jueves pidió que una comisión iniciara una investigación sobre las (¿oscuras?) razones por las cuales algunos países dicen que no tienen margen presupuestario para hacer frente a la emergencia del coronavirus a pesar de que la zona euro ha estado creciendo durante siete años. Hoekstra no mencionó ningún nombre, pero la referencia a Italia y España era evidente, hasta ahora los países de la UE más afectados, la celebró como líder del «grupo de nueve» que apoya la necesidad de los eurobonos, respecto a que Hoekstra quiera un proceso contra los países donde la pandemia ha golpeado más duramente.

«Este discurso es repugnante en el contexto de la Unión Europea», dijo el líder socialista en una conferencia de prensa. «Y digo repugnante porque no estábamos preparados, nadie estaba preparado para enfrentar un desafío económico como vimos en 2008, 2009, 2010 y en los años siguientes. Desafortunadamente, el virus nos afecta a todos por igual. Y si no nos respetamos, y no entendemos que ante un desafío común debemos ser capaces de una respuesta común, nada se ha entendido de la Unión Europea … Este tipo de respuesta es absolutamente irresponsable, es una mezquindad repugnante que socava completamente el espíritu de la Unión Europea. Es una amenaza para el futuro de la UE, si la UE quiere sobrevivir «, concluyó Costa,» es inaceptable que un responsable político, de cualquier país, pueda dar este tipo de respuesta.”

Recibí una carta por correo. Dentro había una postal y en la postal sin firmar había una pequeña cantidad de hachís. Tal vez la envía alguien que leyó mi crónica de la psicodeflación donde decía que iba a estar sin él. A ella o él se lo agradezco de todo corazón.

En los periódicos sale una foto de Edi Rama, el presidente de Albania.

Con un gesto de gran nobleza envió a treinta médicos desde su pequeño país a Italia. Los acompañó al aeropuerto donde, rodeado de muchachotes vestidos con sus trajes blancos, pronunció un discurso en italiano.

Dijo que sus médicos, en lugar de quedarse en Albania de reservas, vienen aquí, donde más ayuda se necesita. Y también encontró una manera de agregar que los albaneses están agradecidos con los italianos (demasiado bondadoso) por haberlos recibido y acogido en los años más difíciles y, por lo tanto, están felices de venir a ayudarnos «a diferencia de otros que, a pesar de ser mucho más ricos que nosotros, les han dado la espalda ».

Bravo Edi, viejo amigo.

Lo conocí en París en 1994, vivía en la casa de una amiga mía.

Me dijo que había estudiado en la Academia de Bellas Artes de Tirana, y me contó una anécdota divertida. Como estudiante, en los días de la autarquía absoluta de Enver Hoxha, quería ver las obras de ese tal Picasso del que había oído hablar. El director de la academia lo llevó consigo, a su oficina, lo cerró con llave, sacó un libro de un estante, lo abrió en las páginas dedicadas a Picasso y, sosteniendo el libro en sus manos, le mostró al joven los secretísimos trabajos que deseaba  ver.

En París, Edi Rama era pintor, iba al metro por la noche, rompía carteles publicitarios y pintaba en ellos.

Tengo uno de sus trabajos en casa que muestra un pie verdoso que aplasta un micrófono multicolor. Tecno-surrealismo.

Luego, en 1995, vino a Italia, entonces yo trabajaba en el consorcio Università Città. En esa época lo invité a dar una conferencia en el aula magna de Santa Lucía.

Vinieron muchos albaneses y se armó un gran revuelo, todos hablaban al mismo tiempo, luego Edi tomó la palabra y todos guardaron silencio.

Inmediatamente después, Edi regresó a Albania, después de que se produjese la insurrección de 1996 que siguió al colapso financiero causado por el esquema piramidal, en ese momento regresó del exilio a ser ministro de cultura.

Me invitó a visitarlo. Fui a Tirana con un avión ruso, en el aeropuerto uno parecía encontrarse en el mercado, ancianas vestidas de negro que daban la bienvenida a sus hijos y maridos con grandes gestos, animales, gritos, un estruendo loco. Pero afuera había un auto negro con cristales tintados esperándome.

Cruzamos la ciudad que entonces era toda gris, casi fantasmal. En los años siguientes, cuando Edi se convirtió en alcalde, volvieron a pintar todas las paredes de diferentes colores.

El auto negro con cristales azulados me llevó al ministerio de cultura donde Edi me estaba esperando.

El ministerio estaba totalmente vacío. Nada, ni siquiera sillas para sentarse, solo polvo y pasillos pintados en amarillo. Edi me estaba esperando en una habitación vacía vestido como un explorador inglés en África, con pantalones blancos de lona hasta la rodilla y una chaqueta con grandes bolsillos verdes.

Nos abrazamos, luego se disculpó por el ambiente un tanto desnudo. ¿Sabes cuánto presupuesto tengo? Cero coma cero cero. Los albaneses eran muy pobres, pero estaban llenos de gente creativa, educada y cosmopolita.

Pero, me dijo Edi, Veltroni me ha prometido que me enviará dinero. Espero que se lo enviase de verdad.

Me alojó en una casa proletaria de un amigo suyo, donde se fumaban porros todo el día. Pasé una semana maravillosa en Tirana, conocí a un grupo de niños toscanos de una organización de voluntariado. Luego cogí un autobús y salí de Tirana para visitar Berat, la ciudad de las mil ventanas. Durante el viaje, un chico me invitó a visitar su casa y me mostró que debajo de la cama tenía dos o tres Kalashnikovs.

Me gustaría volver a Berat, pero a veces me pregunto si podré viajar en el futuro que nos espera.

Confieso que esa es la pregunta que más me atormenta en estos días tranquilos.

Imágenes preocupantes llegan desde la India tras el confinamiento decretado por el gobierno. Largas filas frente a los bancos, columnas de personas que salen de las ciudades para regresar a las aldeas. Especialmente aquellos que tenían trabajos temporales y ahora se encuentran en condiciones de miseria total. Los treinta años de dictadura neoliberal han generado por todas partes condiciones de precariedad social y fragilidad física y mental.

Tarde o temprano se necesitará un Nuremberg para aquellos como Tony Blair, como Matteo Renzi y como Narendra Modi. El neoliberalismo que han inoculado en nuestras células ha destruido en una esfera profunda, ha atacado la raíz misma de la sociedad, el genoma lingüístico y psíquico de la vida colectiva.

30 de marzo

En The Guardian, Micah Zenko escribe que la propagación del virus es el mayor fallo de inteligencia en la historia de Estados Unidos. Cada día las noticias de Nueva York son más dramáticas. El gobernador Cuomo toma decisiones que contradicen explícitamente las indicaciones de Trump.

La brecha entre la Presidencia y los centros metropolitanos de poder se profundiza.

Un editorial del New York Times de Roger Cohen ha capturado mi atención. El artículo es una pieza de literatura civil con cierto tono lírico. Pero, sobre todo, es una llamada de atención al futuro político (y sanitario) de los Estados Unidos de América.

Traduzco algunos pasajes:

«Es la primavera silenciosa. El planeta se ha vuelto silencioso, tan silencioso que casi sientes que gira alrededor del sol, sientes su pequeñez, y por una vez puedes imaginar la soledad y la fugacidad de estar vivo.

Primavera de miedos. La garganta irritada, un estornudo, y la mente se dispara. Veo una rata solitaria deambulando por la Front Street de Brooklyn, una bolsa de basura rasgada por un perro, y siento un vértigo apocalíptico de miseria y suciedad. Peatones dispsersos en calles vacías como supervivientes de una bomba de neutrones. Un patógeno de la milésima parte de un cabello humano ha suspendido la civilización y ha desatado la imaginación … Es hora de un reseteo total. En Francia hay un sitio que le dice a la gente el radio de un kilómetro desde sus hogares donde se les permite caminar. Es la medida del mundo que se ha reducido para todos.”

Después de una revelación lírica exitosa, Cohen llega al punto, que es bastante interesante, si pensamos que Cohen no es un bolchevique, sino un pensador liberal ilustrado, alejado del socialismo sandersiano:

«La tecnología perfeccionada para que los ricos globalicen sus ganancias también ha creado el mecanismo perfecto para globalizar el pánico que hace entrar en caída libre las billeteras de las personas.

Algunas voces místicas susurran: haremos las cosas de manera diferente al final de este flagelo, con un mayor respeto por el medio ambiente, o seremos devastados de nuevo. No es fácil resistirse a estos pensamientos y quizás no debemos resistirnos, de lo contrario no aprenderemos nada.”

En este punto, Cohen hunde su espada:

“En un año electoral, es intolerable presenciar la mezcla de incompetencia, egoísmo e inquietante inhumanidad con la que el presidente Trump respondió a la pandemia, y es difícil no temer alguna forma de corona-golpe. El pánico y la desorientación son precisamente los elementos sobre los que prosperan los aspirantes a dictadores. El peligro de una deriva autocrática en 2020 no es menor que el virus en sí.

Esto es Trump hoy: incoherente, anticientífico, nacionalista. Ni una palabra de compasión por el aliado italiano afectado (mientras que Estados Unidos pide secretamente material al ejército italiano). Ni una palabra decente, solo mezquindad, pequeñez, fanfarronería. Él, un “germen-fóbico”, propagó el germen de la mentira.”

En el mismo periódico, sin embargo, leí que el apoyo a Trump nunca había sido tan alto: la mayoría de los estadounidenses, y especialmente la gente de la segunda enmienda, aquellos que tienen armas en sus hogares, están de su lado, se sienten tranquilizados por su arrogancia.

Presentimientos oscuros sobre el futuro estadounidense.

1 de abril

En el sitio web del Network Culture Institute, el centro de investigación de Amsterdam fundado por Geert Lovink, leí un artículo firmado por Tsukino T. Usagi, «The Cloud Sailor Diary: Shanghai Life in the Time of Coronavirus», el último mes en Shanghai, contado por un joven precario con un estilo introspectivo y deslumbrante. Traduzco un pasaje:

«Al día siguiente de las noticias oficiales que confirmaban el comienzo de la epidemia, fui a dar una vuelta por el paseo marítimo de Shanghai. La visión del río Huangpu estaba nublada por un denso smog. Hermoso. Tóxico. Una visión propiamente apocalíptica. Por la noche empecé a sentirme mal. Podría ser un resfriado o una gripe, pensé. Al día siguiente fui a trabajar como todos los días. El malestar estaba creciendo. Tenía síntomas como fiebre, sequedad de garganta, dificultad para respirar. Exactamente lo que en el noticiario de la tele describían como la infección.

Pensé: «¿Me toca morirme?» Pero no entré en pánico. Comencé a reconstruir los escenarios que podrían haber causado estos síntomas: estuve en un vagón de metro lleno de pasajeros desconocidos. Algunos de ellos podrían haber tenido el virus. Uno de mis colegas había estado tosiendo durante mucho tiempo. El aire estaba tan contaminado, un día horrible. Incluso antes del coronavirus, el smog transportado por el viento podría haberme matado todos los días. Pero ahora, cuando miro al aire, solo veo la amenaza del corona. ¿Quizás todas las otras amenazas han desaparecido?

La civilización humana se ejecuta en una máquina en continuo movimiento impulsada por líneas de reproducción aleatorias. La fábrica de reproducción no tiene un barrio, está diseminada. Es la infraestructura más insensata y al mismo tiempo más controlada. India es el caldo de cultivo para el trabajo cognitivo de bajo costo cuya contribución a Silicon Valley no puede subestimarse. En estos días, los científicos están buscando nuevas formas de lidiar con la ansiedad por la muerte. El mundo preferiría tener hijos mecánicos algún día en lugar de hijos humanos. Pero esto no evitará la extinción.”

2 de abril.

San Francisco de Paul. Mi onomástica.

«La voz es la cuña que rompe el silencio que hay allá afuera y también dentro del desierto digital», me escribe mi amigo Alex, al final de una meditación enigmática y muy densa.

En otro mensaje, Alex me habla sobre Radio Virus, que transmite desde los laboratorios desterritorializados de Macao, Milán.

«Lástima que transmita tan poco», dice Alex.

Hagámosla llegar más lejos.

Puedes escucharlo aquí

La controversia se está extendiendo entre la Región de Lombardía y el gobierno central, se busca la responsabilidad de esto y aquello. No es sorprendente que maestros del cinismo como Renzi y Salvini lo hagan, su trabajo es especular sobre las desgracias de otros para hacerse notar. Pero creo que es una discusión innecesaria en este momento. No solo porque en el apogeo de la epidemia obviamente es mejor centrar la atención en lo que hay que hacer que desquitarse con aquellos que no lo han hecho. Pero sobre todo porque las responsabilidades reales no son las de aquellos que en los últimos meses están tratando de operar en una situación objetivamente difícil.

Las responsabilidades son las de aquellos que, en los últimos diez años, en realidad en los últimos treinta años, desde Maastricht en adelante, han impuesto la línea de la privatización y la reducción del costo de la mano de obra.

Gracias a esta política, el sistema de salud pública se ha debilitado, las unidades de cuidados intensivos se han vuelto insuficientes, los centros de salud territoriales recortados y reducidos en número, y los pequeños hospitales cerrados.

Al final de esta historia trataremos de culpar a algún funcionario o gerente. La izquierda culpará a la derecha y la derecha culpará a la izquierda. No caigamos en la trampa. Antes al contrario, tendremos que ser radicales. La derecha y la izquierda son igualmente responsables de la devastación producida por el dogma neoliberal compartido.

Y, sobre todo, se tratará de mover recursos hacia la salud pública, hacia la investigación, se tratará de encontrar los recursos donde se encuentren actualmente.

Reducir drásticamente el gasto militar, desviar ese dinero a la sociedad.

Expropiar sin compensación a quienes se han apropiado de bienes públicos como carreteras, transporte ferroviario, agua.

Redistribuir los ingresos a través de un impuesto a la propiedad.

Este programa debe consolidarse, ampliarse, involucrar asociaciones, personas, instituciones.

3 de abril.

Comencé a leer la monumental “historia del pueblo americano” (“Estados Unidos: la historia”) de Paul Johnson, un historiador de derechas, muy nacionalista, un apologeta de la “misión” estadounidense.

Trato de reconstruir los hilos que han tejido la civilización estadounidense porque me parece que ese lienzo se está desmoronando rápidamente.

Comenzó después del 11 de septiembre de 2001 cuando el genio estratégico de Bin Laden y la idiotez táctica de Dick Cheney y George Bush empujaron al mayor gigante militar de todos los tiempos a una guerra contra sí mismo, la única que podía perder. Y la ha perdido, y continúa perdiéndola, hasta el punto de que esta guerra interna (social, cultural, política, económica) terminará desgarrando al monstruo desde adentro.

Estados Unidos ha estado al borde de una guerra civil desde 2016.

Ahora parece que Trump se está preparando para ganar las elecciones. A la mitad de los estadounidenses les gusta, más o menos. Como esa parte que en los últimos días se ha apresurado a comprar armas como si aún no tuviera suficientes.

La otra mitad (es decir, el FBI, una parte del ejército, el estado de California, el estado de Nueva York y varios otros estados, y especialmente las grandes ciudades) están aterrorizados, ofendidos por la agresión del presidente, y hoy se sienten abandonados a la furia del virus, que golpea más fuerte en las grandes concentraciones cosmopolitas y tal vez menos en las aldeas del Medio Oeste.

Trump dijo que no será amable con los gobernadores que no lo hayan sido con él. De hecho, California no recibe ayuda médica del estado central.

Así que me pregunto por qué California no debería negarse inmediatamente a contribuir al presupuesto del estado federal.

En ese país donde el mercado laboral es una jungla despiadada y no regulada, diez millones de trabajadores quedaron desempleados en el plazo de tres semanas. Diez millones, y estamos al principio.

Por supuesto, no sé cómo evolucionarán las cosas, pero creo que después de la epidemia, que en Estados Unidos tendrá efectos más devastadores que en otros lugares, porque la cultura privada e individualista es una tarjeta de invitación para el virus, sucederá algo tremendo.

La gente de la segunda enmienda contra las grandes ciudades, y viceversa.

¿Una guerra de secesión a manchas de leopardo?

Estaba leyendo La Repubblica en el baño esta mañana, y vi su foto en la página 3, donde hay una lista de 68 médicos que murieron mientras hacían su trabajo en la furia de la epidemia.

Valter Tarantini era el más guapo en la sección D de la escuela secundaria Minghetti. Ciertamente, el más hermoso, no había color: rubio, alto, ojos claros, una sonrisa irónica, alegre, descuidada, era agradable conmigo incluso si me veía malhumorado y leía El Capital de Marx, tal vez por eso le era simpático. Éramos compañeros de clase en la secundaria. Yo, él y Pesavento y Terlizzesi en el banco de la parte de atrás: era un cuarteto anarcoide, muy diferentes, pero todos éramos amigos.

Valter vivía en una casa burguesa en el quinto piso de Via Rizzoli 1, justo en frente de la Torre Garisenda. Fui a su casa una tarde para explicarle algo de filosofía porque no quería leer el libro de Ludovico Geymonat, tenía otras cosas en la cabeza que no eran Hegel y Kant, le gustaban mucho las chicas, de hecho decía que quería ser ginecólogo, y lo cumplió de verdad, mira que tonto. Era médico en Forlì, y es uno de los sesenta y ocho médicos que murieron haciendo su trabajo.

Se me hizo un nudo en la garganta, maldita sea, cuando vi su pequeña foto. El Dr. Tarantini tenía setenta y un años, pero en la foto se puede ver que siempre fue guapo, con una sonrisa amable y despectiva al mismo tiempo. Nunca lo volví a ver después de los exámenes del verano de 1967, y ahora lo lamento, tengo ganas de llorar porque no fui a la cena de los viejos compañeros de escuela hace unos diez años, y sé que preguntó por mí.

Nunca lo volví a ver, pero realmente lo recuerdo como si fuera ayer, qué frase tan manida me salió. Como si fuera ayer … Pero pienso un poco, y resulta, en cambio, que lo vi por última vez hace cincuenta y dos años, luego jamás lo volví a ver hasta esta mañana, en el baño, en La República, en una pequeña foto en la tercera página.